Hay silencios tan profundos que sin mucho mundo me ahogan en ellos. Hay silencios tan extraños, como engaños de palabras que decir no quiero. Hay silencios en los ojos del que mira y no quiere ver, por temor a perder aquel orgullo que se enterca en no desaparecer.
Hay palabras que son mudas y sordas cuando quieren, que se acercan, que te tocan, pero que en el silencioso frío mueren. Hay palabras tan absurdas que te obligan a callar. Tan vacías, tan superfluas que no se deben pronunciar...
¿Qué le digo a mi mente cuando, directamente, me pregunte por su mudez? ¿Debo hablar o inventar algo? No lo sé... Quizá solo callar otra vez... Seguiré siendo víctima de mis mordidas de labios, que callan con agravios las verdades de mi consciencia. Dejaré que el silencio me tome preso y me agobie, nuevamente, la estúpida impotencia.
Así, hay momentos de silencio que llegan sin previo aviso. Hay, por otro lado, silencios más educados que nos arropan pidiendo permiso. De los primeros, no hay mucho que decir, responden a impresiones o vacilaciones de dudas baratas. De los segundos, diré que son muy variados y que van desde cansancios repentinos hasta besos inesperados.
Los silencios son silencios y, por ello, callarán. No por siempre, evidentemente, Pero, estoy seguro de que a más de uno matarán...
Fabuloso Eduardo; el silencio es el maravilloso compañero que nos ayuda a sacar desde la profundidad del alma la verdadera respuesta a todas nuestras interrogantes.
ResponderBorrarEstás perfilando a Eduardo en su verdadero Ser, éxitos y bendiciones mi querido Dudu... Elizabeth Barturén.