jueves, 5 de marzo de 2015

Reflexiones en noches de Luna Llena

Cansado de aquello que se puede interpretar como la vida escurriéndose entre mis dedos, me siento al lado de mi ventana abierta de par en par y contemplo la Luna Llena. La tranquilidad regresa y los pensamientos de momentos ajenos invaden mi mente. Una estrella que brilla a lo lejos, unas luces que la imitan y la oscura imagen de cosas que están presentes, pero que yo no veo me hacen compañía. Esa es la vida. Distinta a veces, pero tan igual como siempre... 

Mis manos se enfrían, pero mi alma, inexistente por cierto, se calienta cada vez más. Sonidos incomprensibles de realidades que no entiendo (o que quizá no quiero entender) intentan perturbarme, pero fracasan en su intento. No hay espacio para ellos. La noche está destinada a momentos únicos que he vivido y que intento descifrar para contarlos en algún futuro. En ese futuro que yo decido y que ningún destino va a alterar.

Sentado aquí, mi cuerpo se fuciona con el viento y pierdo el frío sin mayor problema. Después de todo, cuando se trata de perder algo, soy un experto en la materia. El silencio se intensifica y las ideas se me escapan. Los tantos temas que quiero contar me juegan una mala pasada y escapan de mis escrituras. Esa es la vida. Mientras más intentas retener algo, más difícil se torna la tarea. La Luna, inmóvil, se burla de mí esta noche y me mira como si no le importara mis problemas. Yo, a su vez, la miro fijamente y me burlo de ella como si pudiese comprenderlos. 

Esa es la vida. Tan llena de mí, pero tan vacía de mí mismo. Frágil, cuando quiere, y dura cuando yo no quiero. Retándome día a día y buscando la manera de hundirme en mis tropiezos. Pero, sigo sentado en mi ventana y mirando a la Luna pienso: ¡qué equivocada que está la vida! 

Los problemas no existen. Eso siempre lo he dicho. Somos nosotros quienes los inventamos para excusarnos de situaciones que se generan por nuestras malas decisiones, que, aunque no lo querramos creer, son siempre reestructurables. Si una mala decisión te hunde, tienes mil y una más que pueden ayudarte a emerger, por más hundido que te encuentres. Recuerda: "todas las flores florecen después de la tormenta" y, según creo yo, debido a la tormenta misma... 

Es hora de cerrar la ventana y dejar lo malo afuera. Pedirle perdón a la Luna y aprovechar su luminosidad para ver aquellas cosas que sin ella no podríamos contemplar. Para mirar distinto, no es necesario cambiar de ojos... tan solo basta con cambiar el punto de vista.  

La vida es una sola y si no aprovechas el día de hoy, mi estimado lector, no pasará nada... Eso es precisamente lo que quiero que entiendas.

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